El uso de los medios públicos para descalificar a los adversarios del gobernador creó un clima enrarecido no sólo en la política, sino en todas las capas de la población que se sienten agraviadas (y no son pocas) por la actuación de quienes detentan el poder.
Los llamados a la cordura han sido hasta ahora infructuosos, pero es necesario que desde las altas esferas del gobierno hagan una reflexión y valoren la necesidad de recuperar la normalidad y el buen funcionamiento de las instituciones.
Es obvio que las cosas no están bien cuando el mismo gobernador no se atreve a salir a la calle como cualquier ciudadano. Mejor debería trabajarse para revertir tal situación, lo que pasa por una profunda autocrítica y la activación de los mecanismos necesarios para sancionar todas aquellas actuaciones que dañaron a la sociedad morelense y cuya impunidad genera todavía más malestar.