En serio es un adonis, una aparición y me está sonriendo, al tiempo que se acerca y me dice con una voz suave, una voz educada: “Hola Laura, cuántos años sin saber de ti, ¿cómo estás?”. Yo, muda, admiro sus bellos ojos color miel que contrastan hermosamente con su piel apiñonada. Me besa la mejilla y es cuando salgo del shock en el que me encontraba y sale de mi boca un hilo de voz: “Bien y tú que has hecho (guapo, me traiciona mi mente pero corrijo a tiempo) Carlos”. “Me case, tengo un hijo de tres años que es mi vida”, me puso al tanto en menos de un minuto. Trato de guardar compostura, eso de escuchar que está casado y con un hijo no me gustó nadaL, saberlo soltero era como mantener viva una ilusión de que algún día podría ser mío. En fin, me tendré que conformar con verlo y platicar con él de vez en cuando en el gym, donde se dio este reencuentro.
A partir de ese, día él fue el motor para pararme a las seis de la mañana sin pesar. Pensar que lo iba a ver haciendo ejercicio era muy motivante. Transcurrieron varias semanas en las que charlabamos muy a gusto, hasta que un día me lanzó esta pregunta “¿eres feliz en tu matrimonio?”. Aunque no era completamente feliz en mi relación, no creí buena idea que lo supiera, así que me limité a contestar con otra pregunta “¿Por qué me lo preguntas, me ves infeliz?”. “No, para nada, sólo que creo que el matrimonio se lleva mejor entre tres”, contestó. “¿Cómo, qué me estás queriendo decir? lo cuestiono, y zaz que me lo pide: “Sencillo, que tú y yo nos la podríamos pasar increíble, si tú quieres. Es muy sencillo, tendríamos un día a la semana de 3 a 9 por ejemplo y eso sí, eh, los fines de semana son familiares. Así que ni llamadas ni mensajitos, ok”. Y yo chata de la impresión, escuchaba sus mil y un indicaciones, mientras yo pensaba sólo en brincar y colgarme de su cuello, despierto y digo alto, lo paro y digo: “Espera yo no he dicho sí”.
Y miren este hombre está para decir sí acepto lo que me pidas y como me lo pidas. ¿Cómo resistirse a esa sonrisa y a esa mandíbula cuadrada? Pues vencí la tentación (y a tan temprana hora) y le dije: “te agradezco tanto tu oferta tan apetitosa, pero no, gracias, no tengo, no siento la necesidad de complicarme la vida por unas horas”. Me vuelve a mirar con esos ojos color miel, OMG pienso en retirarme porque estoy a dos de echarme para atrás. Pero continuó firme, no veo la necesidad de meterme en un mundo de mentiras, donde al final la perjudicada voy a ser yo, porque les recuerdo que las mujeres somos puro corazón, mientras que los hombres sólo nos llevan en sus pantalonesL. Pero antes de retirarme le preguntó “¿Y tú eres feliz?”. “SÍ, claro”, responde. “Me voy a tomar el atrevimiento de decirte lo que yo veo, ¿puedo?”, le pregunto. “Claro”, me responde. “Pues yo veo que no eres un hombre en equilibrio, por lo que creo que no eres feliz, un hombre completo, no busca aventura y respeta a su familia”, continúo.
Aunque tenía “razones” para ser infiel, no se me hizo justo porque yo sabía cómo dolía y a qué sabía la traición y la neta no está padre. Además, soy de las que cree que entre mujeres hay que apoyarse.
No pasó ni seis meses cuando el “guapo” ya andaba rondando a otra víctima, que a simple vista se notaba que le iba a dar el sí. ¿Por qué este hombre y otros les gusta ser infieles? Creo firmemente en la teoría que dice que los hombres traen por naturaleza el gen de la infidelidad y que necesitan de aventura cada seis meses, ya sea por lo rutinario de su relación y porque ya pasó la etapa de enamoramiento o porque están atravesando una crisis matrimonial, aunque algunos utilizan cualquier pretexto barato para justificar su falta.
Lo cierto es que la carrera de los infieles no va a terminar hasta que las mujeres los detengamos. ¿Cómo? diciendo no a sus deseos. No caer en la tentandora tentación de ser infiel…