Sé que esto me lo dejó en claro desde un principio, pero yo, como muchas, creí que era una broma, ja, y que tarde o temprano se tragaría sus palabras.
Un año de relación con altibajos más de él que míos (para ser honestos) y donde estuve al pie del cañón lloviera o tronara, ¡no le dijeron nada!
Un año y un solo viajecito, donde más que compañera o pareja me sentí utilizada.
Sé que se estarán preguntando qué fue lo que me obligó a seguir con este hombre que no daba señales de quererse comprometer, que nunca me presentó como su novia, yo era Laura y punto. Pues ni yo misma lo sé. Debe ser mi condición de mujer, esa que ya traemos de nacimiento y que Walt Disney la terminó de alimentar, y bueno también mi parte aventurera, guerrera, me llevaron en insistir en algo que no tenía futuro.
Me comprometí sola. Puse toda mi atención en él y me esmeré por hacerlo feliz. No niego que él también me consintió, pero una sabe cuando está dando más que la otra parte, cuando la cosa no es pareja.
Sólo eran unos días a la semana en los que convivíamos y miles de mensajes sin contestar por parte del él por supuesto. En estas condiciones cumplí el año y créanme o no, que no veía muchas cosas (hoy entiendo que no quería ver), sufrí de “ceguera temporal”.
Me voy de vacaciones con la familia por unos días y a mi regreso ¡oh sorpresa! Él ya estaba muy cambiado, sí antes los mensajes eran escasos, ahora éstos eran nulos. Entonces cuando por fin dio señales de vida, le pregunté que qué ocurría, obvio yo quería saber dónde estaba parada.
¡Híjole, se me olvido contarles un detalle! Cierto día le dije que él era un hombre libre y que podía ver a otras mujeres, nada más que se cuidara y así me cuidara a mí. Sí, lo dije, me creí muy madura. ¡Pero nunca creí que lo hiciera!
Obvio lo hizo, lo estaba haciendo y con toda la confianza que “yo le di”, ¡me lo dijo!
¡Wow… me sentí menos que nada! y bueno mi “madurez” terminó en el suelo. Fue cuando me di cuenta que no tengo esa madurez emocional.
Comprendí que mi felicidad no estaba a su lado y emigré…
Pienso que como seres humanos debemos crecer y eso incluye el crecimiento matrimonial. ¡Ja, ja, ja!, no, no es cierto, hablo de un crecimiento completo, integral. En fin, yo seguiré y seguiré buscando el amor porque yo creo en él y lo que es peor, creo en el amor de telenovela.
Así las cosas…
En mi columna relato experiencias personales que algunas veces serán contadas tal y como ocurrieron y otras aderezadas con un poco de mi imaginación, lo que si nunca será real, son los nombres de las personas que aparecen en ella.