Intento de nueva cuenta hablar, afino mi garganta para hacerlo, estoy más ronca que un burro o algo así, me imagino. No lo puedo creer, ayer estaba perfecta y hoy no puedo ¡ni pedir un vaso con agua! Salgo despavorida de mi habitación a pedir auxilio, no encuentro a nadie, qué onda, qué manera de iniciar el año. Me levanté muy tarde, creo, y no tengo idea de a dónde corrieron.
Estoy sola y afónica, no me gusta la combinación. Pongo en orden mi habitación, salgo al jardín, juego un poco con mis mascotas, se va terminando el día y yo no he pronunciado palabra alguna, increíble, pero cierto. Llega la familia y descubren mi situación, de inmediato me madre pone el té de bugambilia, me pide haga gárgaras de vinagre de manzana con agua, total que paso la noche.
Al otro, mi situación está un poquito peor. Salgo a trabajar esperando un milagro. Trato de que mis clientas me escuchen, me miran aterradas, yo les sonrió. No me gusta estar afónica, lógico, pero me alegró estarlo porque descubrí que las personas se solidarizan. No hubo una, léanlo bien, una que no me recomendara algo, todas se decían tener el mejor remedio de la abuela, se angustiaban cuando veían que mi voz nomás no salía de mi garganta. Se acercaba la noche y me iba poniendo más afónica, así que corrí al doctor. Confío en los remedios de las abuelas, pero la situación ya era urgente.
¿Diagnostico? Una severa laringitis. ¿Tratamiento? inyecciones y lo peor no hablar por una semana y tranquila dije ok. No pasaron ni dos horas, cuando ya estaba desesperada por hablar, por comunicarme, aunque utilizo mucho el whatsapp, en definitiva no aplica. Mi corazón latió con fuerza cuando descubrí que el teléfono no era más importante para mí que las personas que están a mi lado. Confieso que soy de "ésas" que parece traen pegado el celular y de las que casi les da un infarto cuando la pila tiene una sola rayita roja, entro en pánico, así que no me creía que aún teniendo el chat, añorara hablar con la gente de mi alrededor. No estoy tan "enferma", ¡qué alegría! Me encanta más el trato directo con las personas porque les puedes ver los ojos, les puedes tocar la mano o puedes darles un abrazo. En definitiva, nada como la convivencia cara a cara ¡en directo!
El castigo en un principio fue no expresar lo que sentía, hablo hasta por los codos, pero rápido me di a entender con gestos, caricias, abrazos y besos, lo que sí me hizo mucha, mucha falta, fue reír a carcajadas...
Mi laringitis me llevó a conocerme, estuve súper pensativa y reflexiva. Después de todo, dejar descansar las cuerdas vocales no estuvo tan mal y gracias a la mano suave de mi hermana, las inyecciones no dejaron memoria en mí.
Así inicie el año, sin hablar pero con una gran sonrisa, sin duda la mejor herramienta en cualquier situación extrema.
El Dificil Arte de Sobrevivir con Estilo
Lectura 2 - 4 minutos
Castigo divino
Me despierto el día primero de enero del 2015, abro mis ojos almendrados color café, sonrió y muestro toda mi dentadura, estoy feliz acabó un año por demás fructífero y empieza otro que voy a conquistar, quiero saludar al universo de un grito... ¡Sorpresa no sale ni media vocal de mi boca! Estoy afónica, lo que le sigue...
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