No muy guapo pero simpático, inteligente, trabajador (bueno lo normal), atento, muy detallista y lleno de te amos. Bueno, hasta poemas bien bonitos le escribía, donde le prometía, aparte de amor eterno, la luna el sol y las estrellas.
Ante este príncipemi amiga se instaló en su papel de la indefensa princesa y desde ahí vivió el cortejo de este macho alfa.
Y como no caer en este delicioso juego, si desde pequeñas nos han enseñado que debemos permanecer inmaculadas y en espera del “príncipe”, a que llegue a nuestro castillo a sacarnos del aburrimiento donde vivimos. Igualito que le pasó a mi amiga, ¡llegó a su cuenta de Facebook!
Ahora si que el cuento de que existe el hombre ideal y que el amor es inagotable e incondicional, ella y yo nos lo seguíamos creyendo hasta esa mañana de café.
Este robusto príncipe era alimentado por mi amiga. Él se sentía amado, respetado, admirado, lo que le da valor para enfrentar grandes obstáculos y temibles enemigos, haría lo que sea para llegar a los brazos de su objetivo (léase mi amiga)
Pienso que los hombres más que ser esos seres infieles, son seres inseguros y por eso son picaflor. Conquistar mujeres más que hacerlos felices, les da seguridad, algo así como si les diera poder, como si obtuvieran otro estatus ante la sociedad. Cosas de hombres, pues. La cosa está en que muchas veces su jueguito, su travesura, se les sale de las manos, como este caso. Verán, este príncipe iba muy bien, sume y sume puntos a su favor. Flores, detalles, fotos, llamadas, mensajes, etcétera... Hasta que un día ¡zaz! hace un berrinche tonto y avienta su teléfono al suelo, discute con mi amiga en casa de ella y se retira molesto. Ella le grita por su nombre y le dice “olvidas tu teléfono”, él envuelto en su dignidad sigue su camino, ella no insiste.
Como león enjaulado, ella, mi amiga, rodea el aparato receptor, le llevó más o menos 40 minutos tomar la decisión de revisarlo. Era fácil, se sabía la clave. Él había acumulado un punto que valía como doble con dejarle al descubierto su contraseña, porque según el príncipe, no tenía nada que ocultar. ¡Aja! pues se le apareció el diablo.
Ella toma el teléfono y sin piedad lo destaza, no deja ni una aplicación sin revisar, de p a pa. Confundida, deja caer el celular al suelo. No era la única a la que le había prometido la luna, el sol y las estrellas. Con otras apenas iba empezando el cortejo, desde temprano les deseaba los buenos días, cuando dejaba a mi amiga en su casa, de inmediato ya estaba mandando mensajes subidos de tono a otras mujeres (antes de continuar, quiero decir algo, porque las mujeres somos tan predecibles, porque le damos poder a quien no lo merece, lo que es peor ni siquiera conocemos en persona, imposible no sufrir un descalabro).
Mi amiga se sentía como si le hubieran echado una cubetada de agua helada, algo así como si hubiera entrado al reto ese que nunca supe su nombre ¡ups! Perdón, se los debo, total no es tan importante, importante como se sentía mi pobre princesa. Un abrazo muy fuerte y un rico caldo de pollo es lo que necesita, pensé, así que corrí tras su llamada pidiendo ayuda.
Si fuéramos por la vida sin la idea de que el príncipe azul existe y de que el amor sí es agotable y que no dura toda la vida, creo que las mujeres no tendríamos tan parchado el corazón. El amor es maravilloso, el mejor estado de ánimo de una persona, tenerlo es un tesoro que debemos aprovechar sin estar pensado en el mañana o tonterías como que si ya está en línea y ni un hola me manda, con quién estará en línea y entonces empezar a inventarnos el best seller del año. Cuando queremos ser infieles, así nos esté cuidando el FBI, lo hacemos, entonces para qué el desgaste. Seamos libres e individuales. Nadie nos pertenece y quien quiera estar con nosotros, lo estará sin amenazas ni ataduras. Lo que yo sí pido es honestidad para no llegar a la mentira, a la infidelidad. Uno sabe cuando ya no estamos tan al 100 en la relación, cuando otra persona nos está moviendo. ¿No es más sano hablarlo y decir adiós sanamente? Pero no… muchas veces nos gana el egoísmo y decimos mejor dejo la velita prendida por si no resulta. Más vale malo conocido que bueno por conocer, nada más pruebo tantito. Nuestra naturaleza egoísta o curiosa, finalmente humanos.
Ya con está me despido, vivamos nuestras vidas en el mundo real donde no hay príncipes y nosotras no somos princesas, sólo les recuerdo que nadie merece vivir de la mentira, no caigamos en la codependencia ni física ni emocional, seamos honestos y actuemos en coherencia con nuestro hacer. Nunca olviden princesas que somos únicas. Al menos yo me considero una mujer cosida a mano...
Hasta la próxima...