Por eso no entiende a todos esos que se hacen patriotas una vez al año, la noche del 15 de septiembre, cuando se llena de tequila, cerveza y mezcal como forma de demostrar que son mexicanos.
Ella señala que al país que la vio nacer debe querérsele siempre, sobre todo por tratarse de México, una tierra que no cambiaría, porque prefiere ser de aquí que iguana de las islas Galápagos o incluso Dragón de Komodo o cocodrilo del Nilo.
En cambio, dijo la muy claridosa, quienes se encargan de fomentar el amor patrio en realidad ven lo auténticamente mexicano como algo sólo folklórico, como de dar pena y sólo una vez al año se ponen un sombrero y un paliacate y simulan ser auténticos charros -montaperros- pero con más pena que orgullo, aunque el reptil aclara que no se tiene uno que poner ropa distinta para sentir el orgullo de pertenecer a esta nación.
Indico que si ella fuera secretaría de Educación en Morelos organizaría excursiones para que todos los niños de las escuelas primarias conocieran el legado histórico de la entidad, sus sitios arqueológicos y los lugares donde vivieron los personajes más importantes, además de que buscaría la forma de que la televisión no fuera la que educara, sino que el aprendizaje, sobre todo de la historia, ocurriera en las aulas.
Pero la muy (aquí debería ir una palabra muy sonora y descriptiva, pero como ésta es una columna para toda la familia mejor dejo el espacio en blanco, sujeto a la imaginación del lector) dijo no creer que ese cargo se lo dejen a alguien con una inteligencia superior, como la suya, y de antemano se descartó para la citada secretaría.