Esa se ha convertido en una realidad inamovible, que permite detectar algunas de las consecuencias del desarrollo urbano acelerado y sin planeación, que algunos ven como supuesto progreso.
Para colmo, las carreteras a precio de oro -ya lo había dicho hace algunos días- que se construyen en Morelos no han sido contempladas para remediar esos problemas, sino para gastar, gastar y gastar.
Y eso afecta de rebote a la competitividad de nuestra tierra y su posibilidad de captar inversiones que ayuden a crear empleos.
Mientras tramitos carreteros de poco tránsito están de maravilla y con especificaciones superiores alas requeridas, trayectos como el Paseo Cuauhnáhuac (así se llama en la zona de Jiutepec el recién bautizado por Cuernavaca Bulevard Lauro Ortega) está para llorar, a pesar de ser ruta obligada para la ruta fabril de Civac, para centros de investigación de prestigio internacional y para instituciones como la Universidad Politécnica, por citar sólo algunas referencias.
El secretario de Obras Públicas -tan experimentado en la materia como su servidor en el área de los catalizadores- vive feliz y contento, porque le puede echar la culpa de todo a su inepto antecesor. ¿Los ciudadanos? Que se... (aquí va una palabrota que ya fue omitida, porque está es una columna familiar).