A nivel económico somos una sociedad de baja productividad, porque muchos de los productos y servicios que ocupamos podrían tener menores costos, pero los grupos de control lo impiden.
Ejemplos sobran: desde la telefonía hasta el transporte de materiales, el transporte de pasajeros o hasta la venta de combustibles, sin contar innumerables servicios de menor envergadura que son de mala calidad y costosos porque no hay competencia.
A los tortilleros el destino les puso la competencia frente a sus ojos y no supieron qué hacer. Los consumidores mostraron que querían disponer de mejores horarios para comprar tortillas o incluso no tener que ir a determinado lugar por ellas, al calvario de las largas y sufridoras colas.
La necesidad existía y no faltaron los audaces que la atendieron. Pero los presuntos afectados –en realidad los que salieron dañados por ese beneficio a l consumidor- en lugar de dar el servicio, la calidad y los precios que sus clientes requieren tramitan prohibiciones para que no haya competencia.
Por eso en Morelos, aunque lo que sobran son taxis, el servicio es tan caro.
Pero bueno, no hay nadie capaz de mejorar la competitividad, aunque haya quienes cobran por supuestamente hacerlo.