Independientemente de que el casi siempre soberbio funcionario ayer no era precisamente soberbio, resulta que él es el encargado de cuidar la política interior y dispone de un aparato de espionaje que -aunque no sé que tan legal sea- le debería tener al tanto de lo que tramaban quienes finalmente terminaron por imponer su tiempo. Aunque reconozco que fue prudente no usar a los policías antimotines.
Pero lo que le pasó ayer le puede ocurrir a cualquier secretario, menos a él, porque se supone que trabaja para prevenir que esas cosas no ocurran.
Su capacidad de interlocución se ha visto muy mermada, porque si una vez libre de esas presiones toma decisiones que sean en contra de lo que ayer prometió, pues ya nadie le creerá nada.
Pero además, el simple hecho de que no haya podido prever la magnitud de la protesta habla de que no es apto para el puesto.
En pocas palabras: Oscar Sergio Hernández Benítez ya no puede ser secretario de Gobierno.
Cada día que siga en ese puesto sólo le dará puntos a los partidos que aspiran a ponerle una zapatería al PAN en el 2012.