Si el monopolio de la representación estudiantil desaparece y se da la libertad de asociación y de representación –irónico que en pleno Siglo XXI tal cosa no suceda en la universidad- la FEUM podrá coexistir libremente y si se hace realmente competitiva podría volver a ser mayoritaria.
Pero mantenerla bajo los mismos o parecidos esquemas es, primero, un intento inútil de lograr el control que alguna vez se tuvo del alumnado –a base de fuerza y agresiones, métodos resucitados por el ínclito y fiel Luis Salas Catalán, hombre de convicciones y de fidelidades como pocos- y que impidió la existencia de protestas y desviaciones de la línea institucional.
En segundo lugar, sería un gasto infructuoso, pues quienes regresen a revivir almuerzo no dispondrán de los no tan sútiles mecanismos de obediencia, porque la FEUM no era una mesa directiva y nada más, sino una red de complicidades y delaciones que se construyó con los años y que ya no existe.
Mejor, repito, que se le quite el monopolio de la representación legal de los estudiantes ante los órganos de gobierno de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y que el tiempo diga si la vuelve a hacer o no.