Don Benito sin embargo logró sobreponerse a todas las adversidades: era indígena, huérfano, no hablante del español, pobre y de una comunidad perdida en las montañas de su tierra natal, lo que era realmente estar lejos de todo.
Y aunque encontró a un protector, tuvo que hallar la manera de desafiarlo para no estudiar la carrera de sacerdote, sino la de leyes.
Luego de no hablar español en su niñez, logró hacerse entender en latín, inglés y francés y fue un abogado notable, que trabajó para las causas de los pueblos, a los que defendió de los abusos de los poderosos.
Mi tierra natal aún lo honra en su nombre oficial (Jojutla de Juárez) y digo “aún” porque así como han sido los últimos alcaldes de ese lugar capaz que uno de ellos se roba el apelativo juarista o lo vende al mejor postor.
Juárez supo rodearse de amigos inteligentes. Junto a ellos le dio forma a este país, al que defendió de enemigos que parecían invencibles.
Por supuesto, era humano y como tal tuvo errores de gran tamaño, pero nunca sucumbió a las tentaciones que hoy nos han llevado al desastre.
Como en su gobierno separó a la Iglesia del Estado, los que hoy gobiernan lo consideran el diablo. Y así lo tratan.
Por eso desde aquí vayan esas líneas para ese hombre que demostró una y otra vez que no hay imposibles. Y como decían los políticos priistas desde la ridiculez que da el poder absoluto: si Juárez no hubiera muerto, viviría.