Para empezar, los analistas oficiales, aquella gente a la que le pagan muy bien para que evalúe los conflictos y dé consejos sobre cómo o cuando abordarlos, sólo está allí para engordar la nómina, porque no saben hacer su oficio.
Eso genera que no haya previsión y que además no se tomen las medidas adecuadas.
Es el caso de los profesores jubilados, a los que más de una vez se le has intentado hacer desistir de sus reclamos, sin entender la naturaleza de ese movimiento y la especie de mística que guía a quienes en el participan.
Y ni siquiera pueden apostar a vencerlos por el tiempo, porque en esta oleada de jubilaciones que se acaba de dar ya no es el clásico profesor de la tercera edad harto de dar clases el que se retira, sino auténticos jovenazos que tienen mucha cuerda y que no son fáciles de convencer.
De los problemas del transporte mejor ni hablamos. El manejo que Francisco Alva Meraz le da a todos los problemas es una garantía de que habrá conflictos intensos en cualquier momento.
Los reclamos de las diferentes comunidades de la entidad siguen allí, nadie los ha apagado.
Que de repente todos parezcan coincidir no es –tristemente- una coincidencia, sino el efecto de relegar una y otra y otra vez.
La comodidad en la que viven muchos funcionarios le cuesta caro a la sociedad.
Tan fácil que sería que cada quien haga lo que debe.