Y es un orgullo verdadero, que no se quita ni siquiera porque apenas el sábado “todo México” “vibró” con la “hazaña” del equipo “mexicano” que obtuvo la Copa de Oro, un torneo de poca calidad pero que llena de esperanzas (¿esperanza de qué? No lo sé) a decenas de millones de mis compatriotas que por dos largas horas (más el tiempo posterior de la celebración) se olvidaron (una vez más) de los graves problemas de este país.
Claro, es parte del altruismo de mis compatriotas, que al estar frente al televisor contribuyeron al desarrollo (de las empresas televisoras) y así dejaron de ser pesimistas y criticones con lo que pasa a nuestro alrededor.
El fútbol y cualquier otro infra espectáculo es más que suficiente para hacer que los grandes problemas nacionales o locales se queden sólo en las manos de los políticos y estos hagan y deshagan a su antojo.
Sobre todo, permite que todos los niveles de gobierno continúen su endeudamiento sin freno, lo que traerá serias consecuencias en un futuro muy cercano.
Endeudarse es traer dinero del futuro para usarlo en el presente. Es obvio que en el futuro se quedaran con menos recursos, ya sea los de ahora que alcancemos a legar o las próximas generaciones.
Nadie parece reparar en ello, quizá por las elevadas dosis de futbol.