Arriba de la unidad también es igual, siempre hay algo extraño en algún momento del viaje, más allá del típico músico desafinado, el payasito sin gracia o alburero, el montador de toros con la espalda destrozada que por lo mismo no puede trabajar, el ex drogadicto que pide limosna en lugar de asaltar a los pasajeros (es su discurso habitual) y muchos seres extraños más.
Pero ayer me encontré lo que a mi juicio a sido el extremo total: en una de las paradas una voz al principio medio tímida le pidió permiso al conductor para subir.
Correctamente vestido, limpio y sano, el joven de veintitantos años guardó silencio unos segundos, de pie, en el pasillo, mientras los pasajeros (cada uno por su lado, por supuesto) nos imaginábamos lo que iba a decir. Podría ser un viajero al que le robaron su dinero y buscaba juntar para su pasaje de regreso, o alguien cuyo familiar estaba en el hospital y no tenía para medicinas o para sacarlo del nosocomio. O quizá tenía alguna discapacidad grave… No sé, había tantas posibilidades.
Pero cuando comenzó a hablar con una voz correcta y bien entonada pero bajita, dijo que pedía porque era desempleado, ya que como “no hablaba bien”, no podía conseguir trabajo.
No había otra razón para pedir.
Vi que dos mujeres se compadecieron y le entregaron algunas monedas. Pero es cierto, sólo pedía dinero por su supuesta discapacidad oral que “le impedía trabajar”.
Con esa habilidad manifiesta para enfrentarse a un público desconocido y pedirle que le den dinero porque sí, ese joven tiene un futuro inmenso en la política local: para empezar no tiene vergüenza; además, no le da pena pedir a cambio de nada.
También debe anotársele como “cualidad política” que no teme decir cosas que son contrarias a lo que la gente ve en él. Y por si faltara algo, es (a mi juicio) un cínico. Todo lo anterior significa que puede ser el político perfecto, sólo que no ha sido detectado por los cazatalentos del PAN, del PRI o del PRD (en realidad de cualquiera de los partidos con registro, porque todos son iguales).
Lo malo para él es que los políticos “profesionales” ni por error viajan en colectivo ya que precisamente las habilidades que con ellos comparten les han permitido disponer de los recursos públicos suficientes para darse una buena vida, lo que incluye ir en coche hasta a la esquina. Y con chofer.
Ni modo, lástima por este hombre que no quiere trabajar de otra cosa.