Esas flores eran ni más ni menos que lirios acuáticos, una terrible plaga para los ríos, lagos y cualquier cuerpo de agua donde sean arrojados descuidadamente. Erradicarlo cuesta mucho trabajo y dinero, pero estos señores ganarán –seguramente muy poco dinero- a costillas de esa afectación.
No pude menos que pensar cómo las conductas irresponsables o centradas en el lucro por encima de todas las cosas tienen costos muy altos para la sociedad. Reflexioné en torno al pequeño daño que representa la acción de los vendedores de lirio acuático comparado con lo que hacen los hombres públicos desde las esferas del poder.
Y no se comparará jamás –por ejemplo- la contaminación que ocasionarán los vendedores de esa planta dañina con la depredación provocada por los funcionarios del gobierno de Sergio Estrada Cajiga que abrieron de par en par las puertas a los constructores de casas, que en pocos años destruyeron tierras de cultivo, desviaron el cauce de ríos, arroyos y barrancas, llenaron de pavimento y provocaron un colapso de determinados servicios públicos a cambio de obtener enormes riquezas mal habidas gracias a controles intencionadamente ineficientes.
Entre ambos ejemplos hay claras diferencias, la más importante es ética, porque los segundos sí sabían plenamente lo que hacían.
Entre más poder, más daño. Y nadie con poder hace algo par poner un freno, obviamente.