Pero superado el trauma de no ver en las páginas de La Unión de Morelos su “brillante”*** (así dice él, por supuesto), el Pingo comenzó por decir que su clasificación universal de humanos debería estar ya dentro de los libros de texto, para que desde la primaria supiéramos de los peligros que enfrentamos todos los días por poner en manos de gente tan despiadada nuestro destino común, pues a unas personas que por lo general no tienen oficio ni beneficio les damos la confianza de que manejen cientos de millones de pesos propiedad de todos y aparte les entregamos el mando de muchos trabajadores, a los que le pueden pedir casi lo que sea.
Pingo, con la sabiduría que dan los años de observar el mundo, señala que a nivel federal, estatal y municipal sobran ejemplos de cómo los seres humanos somos tan fáciles de engañar, a pesar de que es tan fácil –dice él- poner controles a todos los excesos.
Dice que en la sociedad de los perros (a la que sin embargo él no se integra) las jerarquías están claramente delimitadas y que el que manda lo hace porque demostró tener más cualidades (mejores colmillos, seguramente) y no porque prometió que va a ser el mejor. O sea, hechos demostrados antes de ostentar un cargo y no como nosotros, que nos fiamos de promesas y luego nos decimos engañados por los políticos que se están acabando este país.
Como puede ver, amable lector, el Pingo es perro en eso de defender y manifestar sus ideas. Y ceo que tarugo no es. De hecho, dice que él no, que son otros. (Hay que agacharse para evitar la descalabrada).