De hecho, en honor a la verdad no sólo muerden la mano, sino todo lo que pueden y, como dice Pingo, todavía les damos las gracias.
Para eso propone un remedio, pero no es aplicable para el género humano, por lo menos no para este país, porque la castración no está contemplada en el Código Penal.
Saber eso como que lo desanimó un poco, pues en realidad decía que con una docena de castraciones públicas a políticos abusivos, el país marcharía mejor. Y creo que tiene razón, pero como dije, no es aplicable. Lástima.
Allí Pingo respingó, porque afirma que en los hechos los políticos sí pueden castrar (y lo hacen) a sus gobernados, al limitarlos en servicios públicos, infraestructura y tantas cosas más que deberían construirse con dinero público que no existe porque ya se lo robaron.
Por eso dice que no nos entiende: que nos sentimos los amos del mundo animal y sin embargo dejamos que parte de ese mundo –nuestros congéneres dedicados a la política- hagan de nosotros lo que quieran.