Y como los que ganaron no se sienten obligados por sus electores, menos por ser tan poquitos, pues entonces actúan en función de sus propios intereses y los de los grupos de dónde provienen y no de lo que necesita la sociedad.
Pingo, el perro que en la casa de ustedes se siente el amo, metió su cuchara -para variar- mientras estaba inmerso en esas grandes reflexiones y dijo: “se los dije”.
Asegura –y tiene razón- que él ha sostenido ese argumento a lo largo de los dos años que está de huésped forzoso en esta columna, y que nadie le ha hecho caso –también en eso tiene razón- porque las cosas (el trato de los políticos a los ciudadanos) no mejoran, sino van a peor.
Dice que no entiende cómo los mexicanos -entre los que somos mayoría los que no nos dedicamos a la política –o sea que no nos mantiene el gobierno- estamos sometidos a la tiranía de unos cuantos, que hacen y deshacen y ya casi se acaban medio país.
Ya molesto por escuchar cosas que él ha dicho con más énfasis y con más oportunidad, Pingo aseguró que ni siquiera tenemos que ir lejos para ver como nos dan atole con el dedo. Citó a la primera el caso de Bulmaro Hernández Juárez y su Nuevo Grupo Sindical, a quien no le atribuyó más mérito que ser el favorito de los dos últimos gobiernos, pero que en esencia hace las mismas cosas que en el priismo hacía de manera directa la CTM: no buscar que mejoren las condiciones de sus representados ni eficientar la productividad ni mucho menos. Simplemente cuidar los negocios de él y de sus cuates.
Y agregó que no hay cambio de actitud, sólo de nombres. Y ustedes –dijo- los ciudadanos, dejan que hagan y deshagan sin decir ni pío.
Sus palabras, acompañadas de un gruñido y el pelar de dientes, fueron contundentes e inobjetables.