No soy la primera persona que se molesta con lo que dice el ocupante forzoso de esta columna (se cuela sin pedir permiso, acapara el espacio, mete su cuchara en los pensamientos ajenos, etc.) porque hace unos días me llamó alguien para reclamar y afirmar que los políticos no son así como Pingo los describe (creo que era en referencia a cuando les conté que Canito se equivocó y en lugar de un político agarró a una rata). No les diré ni el nombre ni la actividad de quien me llamó . Se lo dejó a su imaginación.
Pero regreso a lo que les iba a contar. El infeliz perro le dice a todos sus compañeros que los humanos no somos como nos pintan, sino que somos blanditos, con poco sesos y mucha tolerancia al maltrato, como lo demuestran –asegura- los que últimamente dejamos que nos gobiernen. Al respecto dijo no querer cansarse y por eso prefería resumir.
Dice que para no ir tan lejos, desde el 2000 nos dejamos mandar por una persona afectada de sus facultades mentales, que tomaba Prozac todos para ver la vida color de rosa y que –el colmo, afirma- era un mandilón que llamaba mandilones a sus rivales.
Agregó que después de eso las cosas no han cambiado, pues explicó a sus congéneres que nadie de nosotros dice nada luego de que en los cinco años que van de su mandato el presidente del país no ha propuesto una sola reforma que sea de buena fe o que no lleve trampa.
Y el Pingo enumeró un montón de cosas, como que los concesionario de radio y TV no paguen impuestos en especie, sino en dinero, donde se supo que eso les permitiría ganar millonadas en la compra de publicidad gubernamental. O cuando anunció el programa de primer empleo para fomentar la contratación de jóvenes, pero con requisitos que nadie pudo cumplir, o lo del Seguro Popular, que sólo ayuda a descapitalizar al IMSS, o sus programas para salvar a Ciudad Juárez de la violencia, que sólo se quedó en nada…
Admito que él tuvo que hacer una pausa para tomar agua, porque ya se había quedado sin saliva de tanto citar anuncios fallidos que sin embargo nadie cuestiona con verdaderas acciones.
Pero de allí a que los seres humanos (o por lo menos los mexicanos) seamos una bola de crédulos (así nos llamó a usted y a mi) o conformistas o tontos (dijo más feo) hay mucha distancia. ¿O no?