Quizá se deba a que no acabo de digerir la enorme noticia que recibí hace unos días, de una magnitud extraordinaria, al menos para mi. Tanto, que quizá a eso se deba mi bloqueo, por lo que a lo mejor al externar la causa pueda recuperar la inspiración y así el Pingo esté más tranquilo, ocupado sólo de los asuntos que le conciernen y no también de las dotes escriturales de su servidor.
Resulta que el miércoles de la semana pasada oficialmente mi hijo se curó del cáncer que padeció.
Luego de vivir meses de angustia y dolor al saber que tenía la terrible enfermedad -cuyo exitoso tratamiento se realizó en el IMSS- cuando nos dijeron que ya estaba curado (aunque bajo vigilancia por algunos añitos) me inundó una sensación increíble de alegría y felicidad, aunque admito que aún no asimilo el tamaño de la noticia.
Es como estar en estado zombi o algo así, pero confío en que al escribirlo esa condición quede atrás.
De antemano agradezco infinitamente a todos aquellos cuyas acciones o pensamientos se dirigieron a mi hijo en esos momentos tan duros. No mencionaré aquí ningún nombre, porque mi gratitud es para todos por igual. Y la de él, que seguramente dedicará su vida profesional a hacer algo que ayude a otros. Para corresponder.