Y es que el inteligente animal lo ha convertido en su mejor ejemplo cuando quiere hablar de excesos, de hipocresía, de inutilidad y de tantas cosas que no son precisamente virtudes.
El senador perredista (aunque en realidad su ideología parece ser el dinero y el poder) dicen que elaboró un detallado plan para acabar con su primer crítico y para lo mismo mandó a sus achichincles ixtlecos (tiene muchos) a espiar las andanzas del Pingo que, efectivamente, se la vive en la calle.
Cree que sería el crimen perfecto si su crítico cae víctima de una campaña para erradicar perros callejeros, ya que no se notaría el dolo, pues parecería un desafortunado accidente.
Lo que no sabe Graco es que cuando él va, Pingo ya viene.: desde hace tiempo ha tomado medidas preventivas para que esa y otras eventualidades no le ocurran, porque dice que no puede esperar menos de los políticos, sean del partido que sean. Por lo pronto, nunca sale a la calle sin una cabeza de ajo en la pata.