Sin embargo, los que tienen que irse por su ineptitud o su prepotencia siguen allí, bien amarrados al hueso.
Enero llegará el domingo y con esa fecha los plazos definitorios (que no definitivos) de la estructura gubernamental en sus tres niveles, por lo menos de aquí a que oficialmente se acaben los trienios y los sexenios.
Además de soportar a los que aspiran aun cargo público luego de demostrar que no pueden con el paquete actual, tendremos que aguantarnos para saber quiénes de los suplentes que llegan, ya sea a alcaldías o diputaciones, tienen el suficiente talento como para hacer bien las cosas y no emular a terribles ejemplos de suplencias, como la que en su momento hizo en Temixco -por citar un caso típico- Gumercindo Álvarez Sotelo en lugar de Noé Sánchez Cruz.
Son pocos los diputados o alcaldes suplentes que han aprovechado esos seis meses de oportunidad o un poco más para brillar con luz propia. La mayoría utiliza ese tiempo para quedarse con lo poquito que su antecesor dejó. Y esa es otra plaga que nos amenaza.
Los suplentes no son hermanitas de la caridad, sino políticos que han estado a la sombra a la espera de que les haga justicia la revolución.
Seguramente los que se van a buscar otro cargo deberán tener culpa –moral, por lo menos- de lo que pase luego de que ellos hayan dejado su propio tiradero.