En realidad estaba atento, desde la medianoche hasta el amanecer, por la diferencia de horarios, a la transmisión de la CNN en torno a la detención de Augusto Pinochet, el dictador chileno que se encontraba de visita en Londres cuando de repente le notificaron que estaba preso por orden del juez español Baltazar Garzón, a fin de que respondiera a los crímenes que cometió cuando gobernó a sangre y fuego en su país.
Era algo inusual, increíble para todo lo que hasta entonces se había visto en el mundo. Pero era cierto.
Finalmente Pinochet fingió demencia (en serio, ese fue tu argumento) y no terminó tras las rejas, pero se llevó un buen susto al quedarse varias semanas en arresto domiciliario, mientras descubría que no era intocable.
Irónicamente, el juez que se atrevió a poner un poco de orden en el mundo hoy está en el banquillo de los acusados. Lo juzgarán por atreverse a investigar sobre los crímenes cometidos durante el franquismo, o sea, el gobierno de otro dictador, Francisco Franco. Este de su propia tierra, España.
Aquí en el país hemos visto ejemplos de ese tipo de cosas absurdas. De excesos contra las víctimas las que convierten en victimarios. Por eso no está por demás mencionarlo, para que no se nos olvide.
En el caso que nos ocupa, si impera la lógica y la justicia Garzón será exonerado. El problema es que eso no abunda cuando lo que se busca es la venganza y el ejemplo.