Ninguno de los cuatro candidatos a la presidencia de la república convence de manera decisiva a todo el electorado. Lo mismo pasa con los aspirantes la gubernatura de Morelos o a las 33 alcaldías.
Sin embargo, no es posible dejar de votar. Ya lo he dicho, y lo sostengo, que a menor votación, mayor fraude.
Llamémosle por su nombre: aunque no se hagan actos prohibidos por la ley, en las elecciones locales y federales se defrauda el sentido del voto popular, a través de la llamada ingeniería electoral, que busca los resquicios legales para obtener la mayor cantidad de sufragios posibles para determinado candidato o partido.
Simplemente basta ver como el presidente promueve “sus logros” a diestra y siniestra, a pesar de que eso es hacer trampa. Que la ley o la autoridad sancionadora no lo diga no le quita su condición de trampa, de usar recursos públicos para promover una figura o un partido, como es el caso.
Así es que dejar de votar o hacerlo en blanco es contribuir a que sea más fácil la manipulación de las cifras finales. Calderón Hinojosa siempre enfrentará la duda sobre la calidad de su triunfo en 2006.
Con una votación copiosa, los tramposos sufren y muchas veces son pueden hacer su trabajo. O sea, no pueden dirigir la voluntad ciudadana. Y gana el que tiene que ganar.
Eso no significa atinarle –recuerde usted el engaño en que se basó la campaña de Fox, que al final resultó ser todo lo que criticaba, hasta mandilón- pero es un avance.
Así es que como dije líneas arriba: discrepo.
Abierta y escandalosamente.