En mi caso, antisocial como siempre, no hablaré por mi gremio, sino simplemente por todos los que me rodean.
No hay que ir a Chihuahua. Basta con darse una vuelta por muchos de los municipios de la entidad, para saber que el clima que se vive no es el mejor, sobre todo por la ola de secuestros que amenaza acabar con el sector de los empresarios más pequeños, que ya no sienten lo duro, sino lo tupido, y que en muchas localidades sólo esperan saber cuándo les tocará a ellos.
Ya hasta añoran a la delincuencia común.
Por supuesto, hoy es ese delito, pero si se permite que se arraigue (aunque en muchos lugares ya es parte del paisaje) se pasará a cosas peores, que ya sabemos qué y cómo son.
Las autoridades encargadas de prevenir los delitos brillan por su ausencia. En el caso de su persecución, uno que otro se resuelve, pero eso ya no es justo. Ya no tiene justificación.
Y esperar a que se instalen los nuevos gobienos es un exceso.