La ley le dio la oportunidad de pagar a los deudos de sus víctimas y con esto recuperar su libertad. Es indignante y suena inmoral, pero es legal. Repito: la ley lo permite.
Lo mismo pasa a la hora de sancionar a los funcionarios públicoo el dinero y los recursos que tienen bajo su responsabilidad o cuando los usan para obtener beneficios indebidos.
Adicional al agravante de que ni la Contraloría estatal ni el Órgano Superior de Fiscalización (o como se llama la cosa esa) persiguen a los infractores, hay que sumar a los motivos de indignación el hecho de que las leyes son laxas con éste tipo de delitos.
O están llenas de pequeñas trampas que permiten escapar a los corruptos.
Y el colmo es que esas personas deshonestas se empeñen en pasar por honradas. Porque ante la ley están limpios, pero la ley está hecha precisamente, para adecentarlos, darles lustre y -sobre todo- una infinita, indomable, maternal y férrea protección.
Por eso se han acabado a Morelos, por eso los Ayuntamientos deben hasta la camisa.
El primer ejemplo no es muy diferente de los demás que cité. Por triste e indignante que suene.