Pero no debe ser igual en torno a aquellos que consideran tienen los méritos suficientes para sacrificarse en aras del bienestar del pueblo de Morelos desde un cargo en el próximo Ejecutivo, al tiempo que aquellos que no tienen una plaza fija en la estructura gubernamental piensan en el negro futuro que les espera luego de los años de relax que han disfrutado.
Es un contraste extremo: las caras de los triunfadores y de quienes se sienten amigos de ellos muestran lo contrario de los que serán desplazados.
Sin embargo, aún tienen una esperanza.
Al igual que les pasó a los panistas cuando llegaron al poder en el año 2000, los perredistas seguramente no contarán con suficientes recursos humanos para ocupar todo el organigrama, por lo que algunos de los que tienen hueso harán lo posible por permanecer, al precio que sea.
La alternativa les resulta muy costosa, pues son están preparados para trabajar en algo digno que no sea el gobierno. Y eso de trabajar es muchas veces relativo.