Uno de ellos tiene que ver con Gabriel Rivas Ríos, ex diputado local perredista y hoy empleado a sueldo del Congreso que se dedica a promover movimientos sociales. Porque a las claras se ve que no es un asesor, alguien que aconseja, sino que su protagonismo le lleva a estar al frente, como lo hizo hace muchos años, pero antes sin patrocinio, sin protección y de manera más auténtica.
La forma actual en que lo hace puede generar que el movimiento que encabeza, por muy sanos y nobles que sean sus fines, pierdan credibilidad.
O será que aplica el mismo principio que hoy rige los juegos olímpicos, contrario a la anterior conducta en que ponían especial énfasis en que sólo atletas aficionados –no profesionales- compitieran. Luego esa regla quedó atrás.
En el campo social, los representantes patrocinados siempre ha entregado malas cuentas. Y sin importar su ideología. Si lo dudan, pregúnteles a los panistas que desde la medianía de un empleo normal –e incluso desde la pobreza- peleaban toda clase de causas justas.