El próximo gobernador necesita una mayoría calificada (o sea, veinte votos) para poder emprender las reformas que ha anunciado.
El PRI, fiel a su estilo, es muy probable que juegue a sacar ganancias (y no me refiero a políticas o sociales, sino a ganancias verdaderas, en dinero constante y sonante) a partir de todo aquello que sea necesario aprobar.
Por eso se requiere un contrapeso confiable y los panistas ya se han ofrecido (aunque la sugerencia surgió del perredismo) a dar su generosa “ayuda”.
Cuando el PAN tuvo una clara mayoría en el Congreso local hizo de las suyas y hoy padecemos muchos de los excesos en que incurrieron esos legisladores.
El electorado otorgó una clara decisión de lograr el equilibrio de poderes al dar un triunfo lo suficientemente holgado a Graco, pero en el Congreso los votos establecieron una ventaja no decisiva y que obliga a negociar con el contrario.
Pero cuando el contrario está dispuesto a todo con tal de agradar, pues se acabó el equilibrio.
Y eso que, como digo al principio, la Izquierda y la Derecha –posturas ideológicas- son posiciones encontradas, con 18 grados de separación.
Y aún así no serán como el día y la noche, como la luz y la oscuridad, sino como Uña y Mugre, personajes de comedia.