Y a su servidor, sin pedirlo, le han dado un regalo decembrino de esos que no tienen precio: me han quitado lo poco que me quedaba de duda acerca de nuestros políticos, especialmente aquellos que tienen u cargo de representación legislativa. O mejor dicho, me han permitido tener pruebas para enseñar a los demás lo que siempre he sabido, que los políticos mexicanos carecen de corazón (muchas veces también de cerebro) y no quieren a nadie más que a sí mismos, a sus amores, a sus compadres y a sus hijos. Sólo para ellos trabajan, como lo prueban las reformas que el año que está por morir realizaron a destajo.
Hoy vivimos en un país distinto a aquel en el que amanecimos el primero de enero. Ellos, los políticos, dicen que ahora es un país mejor, pero no dice para quién.
Estoy seguro de que ahora es más difícil ser mexicano. Los que así nos aceptamos requerimos ya no de paciencia, sino de coraje para soportar lo que no pudimos conservar.
Sin embargo, confiemos en que la esencia mágica de nuestra nación, sus habitantes, sea mejor que el grupito de privilegiados que por acción u omisión hacen de las suyas.
Por lo menos, gracias al ya citado regalo decembrino, cuando alguien me hable maravillas de fulano o mengano (excelsos políticos de altura) podré señalar con evidencias la clase de !#%#$ que son. Y eso no tiene precio.
El Poder y La Gloria
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Con pruebas como regalo
Las celebraciones navideñas siempre están rodeados de la magia de los regalos que se acostumbra dar por estas épocas. No sólo los que trae Santa Claus, sino los intercambios en escuelas y centros de trabajo y en general todo lo que la ocasión genera.
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