En honor a la verdad, Pingo era muy localista y siempre enfocó sus baterías a la política morelense. Sus señalamientos fueron duros y directos. No había duda de para quién era el mensaje, porque él lo ponía en medio de los ojos del destinatario.
Y les dijo todo lo que quiso, seguro de que de esa forma los humanos íbamos a despertar y poner un alto a los excesos de esa raza chupasangre que sólo sabe vivir de los demás.
Seguramente era político o pensaba serlo el taxista que aquella aciaga mañana lo atropelló en una zona que era demasiado conocida para el vivaracho animalito. No fue un accidente, sino una acción intencionada y concertada.
Y una de las voces más criticas de los últimos años se extinguió de esa manera. No sé qué poderes me atribuyan algunos lectores cuando me reclaman que reviva, pero creo adivinar que ha sido el temor al regreso de el Pingo lo que ha hecho que Roberto Yáñez y Jordi Messeguer hayan promovido en el congreso local varias reformas supuestamente encaminadas a evitar el maltrato animal, aunque las malas lenguas dicen que lo que querían era evitar que la novia maltratara al joven diputado perredista si los cambios no pasaban. Eso lo debe aclarar él, por supuesto, como planteábamos ayer en éste espacio.
Pero quizá ambos legisladores temen el regreso del Pingo y realizan acciones adelantadas para congraciarse con él si es que ocurre el milagro, lo cual dudo mucho.
Mientras, esperemos que el circo se manifieste en su escenario natural o de vez en cuando en las calles céntricas de Cuernavaca, pero que ya deje de escenificarse en el salón de plenos del Congreso cada vez que hay sesión.
El Poder y La Gloria
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El Pingo. Reminiscencias
Antier comencé un tema en el que no pude abundar ayer por falta de espacio: me refería a los reclamos que he recibido por mis infructuosos intentos de revivir de una forma u otra al Pingo, aquel perro ya legendario que por años luchó denodadamente contra los políticos y el terrible daño que han causado a Morelos y al país.
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