El día de las elecciones, la derrota de los panistas fue total y absoluta, a nivel federal y estatal.
Aquellos que en Morelos integran la depredadora "sagrada familia" se quedaron tristes, pero con dinero suficiente para seguir su cómoda vida por varias generaciones. Muchos de esos truhanes, para desaburrirse, se volvieron restauranteros y uno que otro, muy poquitos, siguen en la política en los huesos regalaos por la vía plurinominal a los de su clase.
Los panistas verdaderos, los que sudaban la camiseta pero a pesar de eso nunca alcanzaron buenos puestos (apenas unas chambitas) hoy viven tristeando, y con el estigma del partido que defendieron en las buenas y en las malas.
Todo porque la ciudadanía se cansó de tanta transa. Lo malo es que el sistema no permite muchas opciones y terminó por votar a los que no fueran panistas, pero que no necesariamente eran mejores. Sólo que no fueran del blanquiazul.
El problema es que la aplicación del remedio (que era necesario) resultó igual que la enfermedad. El mensaje de las urnas, lanzado angustiosamente por el electorado, ya quedó en el olvido.
Los que hoy gobiernan tienen la sensación de que seguirán eternamente y nada los moverá de su sitio. Y así actúan. Conforme se aproxima el 2015 y con él las elecciones, cambiarán un poco su manera de ser y aparentarán cercanía, pero nada más.
Lástima por ellos, porque quizá los electores no han olvidado la forma en que le dieron una patada en el trasero a los corruptos panistas. Y quieran dar otro buen puntapié.
El Poder y La Gloria
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Otra buena patada
En el ya lejano 2012, la gente aprovechó para cobrarse las afrentas que por doce años había cometido el Partido Acción Nacional.
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