Luis Donaldo Colosio fue asesinado y nunca se aclaró satisfactoriamente el crimen. Y leyó impactantes discursos (ignoro si él los escribió) que abrieron una luz de esperanza entre algunos sectores del pueblo que deseaban salir de la oscuridad en la que nos había sumido el PRI por décadas.
En ese contexto, señaló en voz cosas que antes nadie se había atrevido a señalar desde ese nivel, sobre lo que -sin embargo- el resto de los mexicanos sí veíamos: un México desigual, pobre, insatisfecho, necesitado de cambios.
La creencia de que fue asesinado desde el poder porque se había rebelado a su jefe directo se refuerza por el hecho de que se borraron todas las huellas de ese crimen.
Pero nunca fue, nunca, lo que sus viudas quieren hacer de él. Y sabe usted -espero que todos los sepan- que sus viudas no fueron sólo la ya fallecida Diana Laura Riojas, sino todo el primer círculo de colaboradores del candidato que no fue presidente. Si él llega a tomar posesión del cargo, ellos disfrutarían de las mieles del poder. Pero las cosas se escribieron de otro modo.
Algunos de ellos usaron la compasión de una parte de la clase política para seguir su "carrera", como Manlio Fabio Beltrones, que no es precisamente ejemplo de virtud. Otros usaron esa misma lástima para seguir conectados al presupuesto, en lo que fuera, como el morelense Samuel Palma César.
Como funcionario público, Colosio Murrieta no cambió el mundo, ni hizo nada relevante. Al contrario, fue el clásico priista que disfrutó de las comodidades del poder.
Ignoro si como presidente habría sido capaz de transformar este país en algo mejor, pero lo dudo.
El PRI es y será siempre el PRI, como lo prueba Enrique Peña Nieto, quien fue capaz de acabar con espacios fundamentales de la sociedad mexicana, que hoy tiene menos que el año pasado, porque el PRI, ni más ni menos, decidió que la riqueza petrolera del país debe ser para las grandes empresas trasnacionales que actúan como los verdaderos patrones de quienes los mexicanos "elegimos" en un proceso que aún está bajo sospecha.
