Los detenidos estarán otra vez en manos de los agentes del ministerio público, que antes hacían y deshacían y se convirtieron en señores de horca y cuchillo por el enorme poder de mandar a cualquier inocente a la cárcel -o liberar a cualquier culpable- y de admitir cualquier tipo de confesión, así hubiera sido arrancada mediante la tortura.
Hoy vivimos en un sistema garantista en exceso que hace las delicias de muchos delincuentes, pero que también ha impedido a inocentes caer en la cárcel o recibir graves e inmerecidas penas.
El sistema que pronto estará en uso debería asustar a los que delinquen, pero creo que los asustados somos los ciudadanos comunes y corrientes.
Sobre todo por tantos y tantos policías abusivos que de repente han proliferado. NO dejan de existir aquellos que cumplen con su deber y que no caen en abusos, pero con dos o tres de los otros basta para estigmatizar a cualquier corporación. Y no lo digo por decir. En el inútil informe de la inútil Comisión de Derechos Humanos ya se dijo que las quejas contra policías crecieron en un 40 por ciento. Y eso no es gratuito.
Habrá que esperar, pero sobre todo reportar oportunamente los detalles reales de la incorporación de la nueva ley a la vida de los morelenses. Quizá al estar atentos podrían frenarse los abusos, como pasó con la medida draconiana de llevar al corralón a los autos que no tuvieran placas nuevas, que por las protestas apenas estuvo en vigor unos cuantos días, aunque con eso fue suficiente para que ocurrieran abusos.