Pero él fue el único al que le dolió ser Zapata. Todos los demás, empezando por los hijos, gozaron enormemente de ese privilegio, que se ha mantenido por generaciones.
Entre otras cosas, desde hace un buen rato un Zapata dirige el destino del instituto de los veteranos zapatistas (no sé si así se llame exactamente) y nadie de sus representados sabe qué hace con el dinero que le asignan al organismo que hace tiempo (cuando se acabaron los veteranos zapatistas) dejó de tener razón para su existencia.
Los hijos de Emiliano Zapata tuvieron numerosos privilegios. Los nietos, bisnietos, tataranietos (ya ni sé en qué generación van) tienen derecho a obtener trabajos en el gobierno. Y otras cosas. Y creo que les va mejor cuando se dejan el clásico bigote que identificaba al general.
Hoy, al cumplirse otro año más del asesinato del caudillo del sur, todos sus descendientes deberían por lo menos darle las gracias a Guajardo (el traidor) por las comodidades que les ha concedido la vida desde entonces.
Y seguramente no faltará el Zapata que diga que con él no se cumple lo arriba señalado. Puede ser, pero en realidad su vida es más fácil que la de aquellos que llevan apellidos menos emblemáticos.
El Poder y La Gloria
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Los que la gozan
Llevar el apellido Zapata ha sido buen negocio para todos los afortunados menos para Emiliano quien, por una traición el 10 de abril de 1919, dejó su estado terrenal y se convirtió en leyenda.
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