Pocas veces en mi experiencia periodística había visto tal unanimidad en las personas a las que les preguntaba por el fallecido: ojos abiertos de sorpresa entre los que no sabían la noticia; pesar entre los que ya se habían enterado, pero sobre todo un conocimiento directo de él.
Simplemente, de las siete personas que me acompañan todas las tardes en mi trabajo dos lo conocieron de cerca, ya sea como alumnos o como subordinados. Y eso que evidentemente era una muestra pequeña y al azar.
Los comentarios en las redes sociales son de repudio unánime al doble asesinato y de reconocimiento a quien desempeñó numeroso cargos en la enseñanza y la vida cultural de Morelos.
La Fiscalía General tiene un reto enorme pero -hasta donde sé- pistas suficientes para dar resultado. Si para salir del paso tuercen las leyes, será terriblemente peligroso. Ya demostraron un enorme talento para esclarecer el crimen de una investigadora de la UNAM. Demostraron con métodos científicos que fue su esposo quien le quitó la vida y resistieron la presión social del medio académico -en el que originalmente se refugió el inculpado- hasta que éste confesó y ofreció los detalles del homicidio.
Con esos antecedentes espero que el caso que nos ocupa se resuelva, pero una vez que lo logren todo ese esfuerzo debe hacerse en todos y cada uno de los asesinatos que se han cometido en la entidad, que son menos que antes pero que son demasiados para una sociedad que quiere vivir en paz.
El Poder y La Gloria
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Ciao Chao
No conocí nunca a Alejandro Chao Barona. Nunca coincidimos. Ahora creo que resulta extraño, porque él era un hombre que se movía en amplios círculos de la sociedad, de tan polifacético que era.
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