Cada cierto tiempo, no muy espaciado, los antorchistas llegan a quejarse en conferencia de prensa y luego hace una marcha para pedir que el gobierno les regale más cosas de las que ya han recibido.
Los jubilados del gobierno reclaman diversas prestaciones con cierta periodicidad, al igual que los trabajadores de la educación en retiro.
Los integrantes de la disidencia del SNTE aparecen en escena y ya se sabe quiénes serán los que lancen acusaciones, que ese mismo día o a más tardar 24 horas después serán desmentidas por la autoridad.
El líder sindical de los trabajadores de los servicios de salud también busca los reflectores cada tanto para decir cosas parecidas a las de la ocasión anterior.
El NGS, la CTM y todos los demás grupos mafiosos que controlan la vida económica de Morelos también tienen su reloj de apariciones públicas.
Y no se diga el de los panistas, que cada día de la semana nos recuerdan que no hay cura para la amnesia. O los grandes temas policiacos de impacto, con su estudiada y repetida coreografía de detener a alguien para culparlo de todos los males habidos y por haber, presentarlo ante un juez y esperar a que el mismo juez de primera instancia o un juez de distrito decreten la libertad por falta de elementos.
Por eso creo entender a la Bambina -la gata que me ha adoptado como su mascota y que me brinda gratuitamente lecciones de política y estrategia, de lo que aparentemente sabe mucho- que a veces se asoma a la computadora cuando reviso el panorama estatal de cada mañana y cada noche y sólo lanza enormes bostezos que, por cierto, son contagiosos.
El Poder y La Gloria
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Repetitivos hasta el cansancio
La política en Morelos se ha vuelto aburrida. Siempre ocurre lo mismo y por lo tanto todo es previsible.
Cada miércoles, Gabriel Rivas Ríos saca a sus acarreados (a los que acompañan algunas personas con verdaderas convicciones, eso sí) mientras espera a que lleguen los tiempos electorales y le den una candidatura plurinominal como premio.
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