Resulta que cuando la adopté (ella piensa que fue al revés) al carecer de experiencia gatuna compré la primera bolsa de croquetas que encontré, que para colmo fue la más cara. Luego la segunda era más barata, pero no tanto.
Sin embargo, les conté que hace días se comió el cable del cargador de mi computadora y el chiste me hizo gastar un dinero no presupuestado, por lo que decidí cobrárselo de las croquetas. Y la siguiente vez que llené la despensa le compré a granel, muy baratas.
Pero no le gustaron, y en protesta no come, lo que la ha llevado a adelgazar y a tener mal carácter casi todo el día.
Por ese mal genio, todos los que le rodean -a los que tiene esclavizados- me han pedido que le levante el castigo y le compre las croquetas que le gustan.
Pero fiel a mi costumbre de preguntar sobre cada tema que me incumbe, platiqué con Rocío, que gracias la escuela de la vida se ha hecho una experta en alimento, pues conoce hasta las consecuencias que provoca cada marca en la pancita de los mininos.
Y por ella supe que una de las marcas más populares y que se compra casi a ciegas ejerce un poder adictivo sobre los gatos, pero les afecta en su salud, como los refrescos hacen a los humanos.
Lo que me sorprendió fue el hecho de que ni las mascotas (aunque Bambina no se considera a si misma una mascota) se salvan de las técnicas de control hechas para que todo mundo tenga el mismo gusto, al precio que sea.
Y si eso hacen con los gatos ¿se imagina usted qué nos hacen a los humanos? Y por supuesto que no sólo en cosas de comer o de beber, sino en toda clase de productos, incluido lo que debemos consumir en cada elección, como la que ya se avecina.
Como ven, por culpa de la Bambina tendremos mucho de que hablar en los próximos días.