Para que se cultive, cada vez que puedo la saco a pasear. Al principio se asusta al pisar la calle y me cuesta un poco de trabajo dominar su impulso de echar a correr rumbo a su casa (en la que por cierto nos da permiso de vivir. O al menos eso piensa).
Poco a poco se acostumbra al espacio abierto, se relaja y se pone a contemplar el paisaje.
Luego de cada paseo ella se las ingenia para transmitir sus sensaciones, que tienen que ver con lo que ve hacer a las personas con las que se cruzan.
Harto como ya me tiene de sus deliberaciones, porque todas terminan por enfocarse a la política y a los políticos, ayer decidí cambiarla de ambiente y la llevé al teatro. Dentro del festival llamado "Dramafest" ayer hubo una lectura dramatizada en la sala Miguel Zacarías, una de las que componen el conjunto del cine Ocampo.
El texto representado abordaba el tema de la transexualidad desde varios ángulos y es muy interesante y no hay ninguna queja a la compañía que presentaba la obra.
Sin embargo pasó una cosa que me llenó de tristeza y a Bambina le dio mucho material para criticar. Estábamos tan absortos que al principio no nos dimos cuenta de una extraña sensación. Como el escenario que describían los lectores incluía humedad y el sonido de sapos y ranas, nos sentíamos en medio de una película proyectada en lo que llaman "4D", pues hasta sentíamos escurrir el agua por nuestros cuerpos.
Pero no era algo de técnica de vanguardia, sino las goteras del cine, que caían a pesar de que tenía más de una hora de que había finalizado la lluvia.
No me pregunte, por favor, lo que Bambina piensa de quienes tiene a su cargo la promoción de la cultura. No me creyó cuando le dije que no hay dinero que alcance para tapar goteras. El resto de los comentarios no fueron precisamente benévolos.