Los trucos que alcanzaron fama mundial y nombres descriptivos ("operación carrusel", "ratón loco", "operación tamal", "urnas embarazadas") fueron aceptados por la población ajena al proceso, pues sólo los militantes de partidos de oposición llegaban a expresar su odio a esas prácticas, que infructuosamente denunciaban ante las complacientes autoridades.
La ayuda de Estados Unidos permitió que en el año 2000 los mexicanos le diéramos un merecido adiós al PRI, en lo que fueron las únicas elecciones limpias y confiables de los últimos 90 años.
La anterior elección libre que habíamos tenido en México antes de esa había sido la de que llevó a la presidencia a Francisco I. Madero, lo que quiere decir que llovió entre una y otra. Y ya van dos (2006 y 2012) donde los resultados se han alterado por medio de diversos mecanismos que entran en esa mal llamada ingeniería electoral.
Por eso me entristece que los perredistas hayan dado sobradas pruebas de que también son expertos en esa materia. No les llaman al modo de PRI, pero independientemente de cómo le pongan, son lo mismo: tranzas.
Y todo mundo sabe lo que se hizo, menos los que tienen la obligación de poner orden.
El Poder y La Gloria
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Quedarán impunes
Para dejar de satanizarlos, los priistas le dieron un nombre rimbombante a sus abusos en el momento de cualquier elección: ingeniería electoral.
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