Resulta que apenas acaba de cumplir -a ojo de veterinario- alrededor de seis meses de edad, justo el momento en que comienza su madurez sexual, según me explicaban.
Ella desde que llegó -había sido abandonada en la calle hasta que nos encontramos- pudo adaptarse con rapidez gracias a la compañía de el Capulín, un gato negro como la noche varios meses más pequeño que también acababa de ser rescatado del abandono.
Se entendieron muy bien y mutuamente se apoyaban en el proceso de adaptación al entorno, que por cierto ella siempre consideró de su propiedad, incluido el sirviente principal, o sea su servidor.
Eran juegos inocentes porque ambos se veían muy jóvenes y sobre todo el Capulín, incapaz de matar una mosca.
Sin embargo, se cumplió el viejo refrán que habla de que "gato zonzo, brinco seguro", por lo que hubo que tomar medidas extremas para no llenar éste mundo de felinos negros.
Ella se defendió como gata boca arriba, pero al final entendió que era una cosa de sentido común y se sometió a los designios del veterinario.
Lo malo es que Bambina, con buena salud, da mucha guerra, así que puede imaginar su papel de diva y de reclamo ahora que convalece. Exige demasiado. Y también tiene demasiado tiempo libre para cavilar acerca de las cosas de la vida, una de las cosas sobre las que más le gusta opinar, así que mañana (hoy ya se acabó el espacio) ella tendrá mucho que decir (tiemblen, políticos).
El Poder y La Gloria
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Convalenciente
Para quien me pregunta por Bambina -la gata que hace unos meses me adoptó y que ha dado muestras de disponer de una inteligencia superior, tanto como hacer valer sus opiniones sobre asuntos tan variados como la calidad de las croquetas o la calidad de los políticos locales- debo contarles que está convaleciente.
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