Por eso fue un buen susto el que me llevé cuando descubrí que lo que se me había inflamado en la garganta me molestaba cada vez más y no estaba precisamente en la zona de las amígdalas (las famosas anginas) sino en un sitio donde (pensé en mis afiebradas especulaciones) sólo podía ser un tumor, y maligno, para colmo. (Al menos eso decían mis neuronas).
Como el miedo no anda en burro, ayer abandoné una parte de mis obligaciones (incluido escribir ésta columna) para correr al consultorio del especialista, ubicado (para colmo) en una zona alejada y laberíntica de Cuernavaca.
En el camino, toda clase de pensamientos corrieron por mi mente. Nada más porque ya no era horario adecuado, pero por poco y me detengo en una notaría para dictar mi testamento (eso sí que fue paranoia) porque había leído de tantos casos de muertes fulminantes.
Al final me puse en manos del médico, quien luego de escuchar mis ricas teorías sobre las enfermedades que seguramente padecía, decidió realizar una endoscopía, que en unos minutos, me llevó a concluir que tengo una fértil imaginación pero nada de tumores ni, mucho menos, malignos.
Esa terrible angustia me duró alrededor de ocho horas del lunes y la inmensa alegría de saberme sano, aún sigue.
Sin embargo, sospecho que por lo menos hipocondríaco sí soy. Ojalá haya pastillas para eso.
Pero la lección que de esa experiencia saqué fue sobre la importancia de disponer lo más pronto posible de la información adecuada y confiable.
Más tardé yo en contarle mis temores al doctor que él en comprobar (con los aparatos modernos que tenía a la mano) que exageré un poquito.
Y supongo que todo en la vida se debería resolver igual. Con información. Pero la mayoría de los mexicanos no tienen acceso a los datos necesarios para tomar decisiones que los encaminen lo mejor posible.
La televisión y la cultura que difunde el gobierno ha hecho que estemos anestesiados y no tengamos la necesidad de saber pero, repito, el acceso a la información confiable hace la diferencia. En serio. Lo puedo asegurar.
El Poder y La Gloria
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Conclusiones después de un buen susto
Como buen mexicano, la costumbre para dejar para después las cosas relacionadas con la salud personal está muy arraigada en su servidor.
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