Casi me pongo en huelga de hambre cuando lo corrieron. Ya me imaginaba con mi pancarta de "que lo regresen" en medio de mi campamento de protesta.
Al final privó el sentido común y terminé por aceptar los hechos: el ministro de culto que predica valores había sido retirado del cargo que ocupaba ilegalmente
(un ministro religioso no puede ser funcionario público) porque ya había hecho su labor.
Y esa labor nunca fue servir al prójimo ni servir a la sociedad, sino servirse con la cuchara grande -aunque siempre dijera que era para otros- a costa de lo que fuera, en este caso la anarquía en el transporte.
Hoy sin él no somos más felices, porque los líos que provocó con sus sucios negocios siguen allí. No sé si su sucesor es corrupto, pero por lo menos sí puedo decir que es inepto, porque las cosas siguen igual o peor, en detrimento de los usuarios del transporte colectivo.
Y con tantos negocios por hacer (como la regularización de los piratas de las zonas sur y oriente) ya ni siquiera se sabe cuántos vehículos dan servicio público en la entidad.
Ese descontrol y esa anarquía sólo benefician a los de siempre, los que lucran con las concesiones.
Porque a pesar de tanto servicio, los precios no bajan. Pero esa es otra historia.
El Poder y La Gloria
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"Sólo" inepto
Uno de los personajes de aparición casi obligada en esta columna era el entonces secretario de Movilidad y Transporte David Gómez Basilio. Siempre estaba a la mano para dar ejemplos cuando tenía que hablar de
corrupción, deshonestidad e hipocresía.
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