Justo eso se aplica a lo que sintió Matías Quiroz el pasado viernes. Lamento que mis paisanos -el no es morelense, sino del D.F.- lo hayan tratado así y qué bueno que la cosa no pasó a mayores, pero hoy sabe con más exactitud sobre qué terrenos pisa.
El manejo de los problemas políticos de Morelos no requiere sólo conciliación.
Recordemos que por conciliar a lo loco, en el sexenio de Sergio Estrada su subsecretario de Gobierno Germán Castañón (si la memoria no me falla) negoció con los vecinos de Alpuyeca que se oponía justamente a la operación del basurero gigante que recibía la basura de gran parte de Morelos.
El funcionario fue atemorizado (levemente, comparado con lo que le pasó a Quiroz Medina) y firmó de inmediato para cerrar sin previo aviso el tiradero y de allí a que estallara la también enorme crisis de la basura en Cuernavaca sólo había un paso. (Hay otra versión que señala que los panistas cerraron ese basurero para crear la crisis que permitiera contratar a sus amigos de PASA, pero tal cosa aún no se ha comprobado, aunque a estas alturas no puedo negar que esos señores fueron capaces de todo).
Por eso, en lo que se refiere al momento actual, no basta con ser amable y caballeroso como trata de ser Matías Quiroz para solucionar conflictos. Eso ayuda, y mucho, pero más ayuda conocer las raíces de cada disputa y el papel de cada uno de los que participa, ara tomar decisiones que no dañen a terceros.
Del viernes para acá hay un antes y un después que espero se note, luego de ese bautizo al estilo morelense que vivió en carne propia el secretario de Gobierno.