Por supuesto, antes de eso el pasado 18 de marzo ya no había nada que celebrar, pues se dio marcha atrás (con la mal llamada reforma energética) a la mismísima expropiación petrolera.
Sólo porque se consideran muy cristianos no acabarán con la navidad. Pero en un descuido todo puede pasar, debido seguramente a que el nuestro es un país de televidentes, de futbolistas de salón, de bebedores compulsivos de cerveza y de vendedores de votos, pero no de ciudadanos.
O los que hay son poquitos, insuficientes para hacer que la llamada clase política -que en realidad es mejor definir como la delincuencia con fuero- tema perder sus privilegios mientras nos quita los nuestros.
Hoy tenemos menos país, mucho menos, y los habitantes del D.F. ni a desfile llegarán. Y eso que en la era priista era el desfile más importante del calendario cívico.
Pero son otros tiempos y otros intereses, descaradamente los de las minorías.
Pero para qué preocuparse, si el 3 de enero llegará el Cruz Azul para jugar (eso sí, partido amistoso) con el Zacatepec.
Eso -y otras frivolidades- parece ser lo verdaderamente importante. Por lo menos los políticos aplauden que así sea.
El Poder y La Gloria
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Lo que importa
Poco hay que celebrar hoy, aniversario del inicio de la revolución mexicana. El gobierno priista que se asumió como heredero de esa lucha social fue más efectivo que los doce años panistas para dejar reducida al mínimo una conmemoración trascendental pero hoy muy ignorada.
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