Pero lo cierto es que los jóvenes encontraron el pretexto para desafiar a la autoridad y hacerse sentir como grupo social, luego de que los partidos políticos y los tres niveles de autoridad les han cerrado las puertas.
Ahora lo importante es que tengan el incentivo para protestar dentro de los cauces institucionales, por dos cosas importantes: la autoridad federal ha amenazado con reprimir, y romper el orden simplemente disuade al resto de los ciudadanos a manifestar su indignación, por el miedo a ser criminalizados.
Y es que yo sí creo en la teoría del complot que dice que los autodenominados anarquistas en realidad son agentes del gobierno con la misión de crear el caos para deslegitimar cualquier protesta pública.
Se me hace mucha casualidad que pocas veces los detengan.
Por eso, los jóvenes indignados con las viejas y recurrentes prácticas del poder deben evitar prestarse al sucio juego de la provocación. Hay formas. Y ojalá las respeten.
El Poder y La Gloria
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Ayotzinapa
Es indudable que el caso Ayotzinapa es de trascendencia. No se sabe si habrá un antes y un después, porque el sistema político mexicano ha demostrado ser muy fuerte y con recursos para sobreponerse a todo, al grado que sobrevivió doce años vestido de azul. Y sigue tan campante.
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