Sin embargo, les tengo que contar:
Resulta que el viernes pasado por la mañana, mientras me disponía a rasurar mi espesa barba (obvio, pura ironía) para luego darme un buen baño, de repente llegó a mis pies Bambina para enseñarme su tesoro, un ratón gordito de tan bien alimentado.
Era la primera vez que atrapaba uno, porque hasta antes de ese día el ratón se paseaba impunemente por donde le daba su regalada gana.
Ese día, sin embargo, tuvo la mala fortuna de terminar en las fauces de mi gata súper lista (ya he dicho que tiene un extraordinario poder para comunicarse y esclavizar a los que le rodean) quien me feliz soltaba por momentos el ratón, que corría hasta que tras un salto felino volvía a caer en poder de Bambina.
Para esto, debo decirles que sus gustos alimenticios son gourmet y sus croquetas deben tener bien escrita la palabra "plus" para que ella las acepte.
En pocas palabras, Bambina piensa que los ratones no se comen, sino que son para jugar.
Y jugó, pero también aprovechó para darme un mensaje político: cada vez que el ratón trataba de escapar, ella se le arrojaba con rostro de fiereza hasta que lo atrapaba de nuevo con uñas y dientes. Por lo menos eso me hacía creer, cuando en realidad nunca lo lastimó, porque el roedor nunca emitió un solo chillido. Sólo se limitaba a hacer a la perfección su papel de presa de caza.
Al final, Bambina lo dejó ir, con la satisfacción de que le había dado un buen susto, pero lo dejaba intacto.
De inmediato comprendí el mensaje: ella cazó su primer ratón no por hambre, no por gusto, sino para hacer una representación del famoso Mando Único, y ella en el papel de Capella.
No puedo entender otra cosa ahora que en los últimos días ya no sólo abundan los asesinatos a sangre fría, sino los asaltos a diestra y siniestra en el transporte colectivo, los secuestros y hasta el robo de bancos.
Gracias Bambina, por tus grandes enseñanzas.