La pasión se desbordó como si fuera un juego América-Guadalajara, no tanto porque aquí allá aficionados de hueso colorado a ese deporte sino por que no hay expectativa de nada más para las masas.
Nadie de mis paisanos, que adoran o al menos fingen que entienden el deporte de las tacleadas, tiene tanto entusiasmo por temas más locales que deberían llenarlos de ánimos, pero que evaden.
Para empezar, se excluyen de la solución a los pequeños problemas de la diaria convivencia, no digamos de los grandes, que quedan en manos de los políticos.
La conmoción que ocasionó la probable matanza de estudiantes en Iguala, que permitió una enorme movilización a lo largo y ancho del país, ha quedado en el olvido.
Hoy toda la memoria disponible se agotó en recordar los nombres de los jugadores que el domingo demostraron de que cuero salían más correas.
Apasionarse por cosas cercanas y que trascienden no es el fuerte de los mexicanos. Eso es una verdadera lástima, porque los políticos lo saben e incluso lo fomentan.