La rectificación no se hizo en nombre de la democracia, sino por el reclamo de los grupos desplazados, que seguramente están dispuestos a hacer lo que ahora denunciaron con tal de ganar una candidatura.
Y eso que hoy el PRI no es precisamente sinónimo de triunfo.
La desesperación de la agonizante clase política priista -luego de catorce años sin la gubernatura y el presupuesto y el control de la nómina que eso significa- pelea por candidaturas aunque sean huesos sin carne, por la posibilidad temporal de manejar más dinero del que acostumbra, y por la adrenalina que para ellos representan las contiendas electorales.
Por eso provoca risa las penas por las que pasan hoy en día por culpa de los mismos de siempre -Maricela, del Valle y Amado Orihuela- a los que nunca le shan pedido cuenta de manera formal, por lo que los han dejado que se sientan con el derecho de hacer y deshacer en un partido que ya no lo es tanto y sigue por el mismo rumbo.