Ya no importa mucho que sean priistas perredistas, cetemistas o de la liga de la decencia: todos ellos constituyen un pesado lastre para la sociedad morelense.
Las leyes existen en teoría para ser respetadas, pero todos los mencionados e infinidad de gente pueden incurrir en infracciones e incluso en delitos sin temor a que les ocurra algo.
Desde los líderes transportistas de cualquier parte del estado que cierran calles o carreteras porque se sienten afectados, hasta los dirigentes de la comunidad indígena de Xoxocotla que exigen a la mala determinada obra o un especial derecho, muchas veces no de beneficio social sino para unos cuantos.
Los empresarios de la tortilla que quieren que desde motos y bicicletas les hacen la competencia. Florencio Ixpango y sus homólogos que se sienten con derechos para exigir subsidios exclusivos. O los antorchistas.
La lista de grupúsculos encabezados por un individuo iluminado que sale a las calles a gritar y ya con eso logran estar por encima de la ley representan un gasto enorme y un motivo para que los inversionistas que no quieren pactar con ello se alejen en cuanto son extorsionados por esas mafias.
Hay leyes que aplicarles a quienes se sienten por encima de la ley. Sin embargo, como no han sufrido, no hay poder que los haga desistir de afectar al próximo para tener ellos un peso más de ganancia, en algunas ocasiones ilícita o manchada de sangre.
Los partidos políticos no cambiarán ese estado de cosas porque los beneficia Los candidatos independientes servirán para dos cosas. Y nada más.
Por eso el voto el siete de junio debe ser razonado y masivo. Los partidos nada cambiarán, pero algunos candidatos por sí podrían traer algún aire nuevo.
Un aire que -si existe- puede disiparse antes de nacer si le hacemos caso a Javier Sicilia y dejamos de votar.